En un extraordinario prólogo se presentan el escenario —Coaltown, una ciudad provinciana minera de Illinois—, los principales personajes y el misterio principal: el año 1902, al director de la empresa minera, Breckenridge Lansing, su amigo y gerente de la mina, John Ashley, le disparó por la espalda en presencia de sus respectivas esposas, Eustacia y Beata. A pesar de lo extraño del asunto los hechos no dejan lugar a dudas y John Ashley es condenado pero, durante su traslado a prisión, unos misteriosos enmascarados aturden a los guardias y lo liberan. En sucesivos capítulos la novela sigue la escapada de Ashley hasta Chile, donde acaba trabajando en otra empresa minera; la marcha de su hijo Tom a Chicago, con 17 años, y cómo se abre camino allí como periodista; la vida difícil de Beata y sus tres hijas, que se quedan en el pueblo y terminan abriendo una pensión; y la de Eustacia y sus dos hijas e hijo. También, el relato va echando atrás la vista para saber quiénes fueron los padres alemanes de Beata y los criollos de Eustacia, y encontrar ahí algunas explicaciones o justificaciones de lo que sucedería después.
Al final del relato tendremos la explicación del título: este se propone al principio, en una fiesta para dar la bienvenida al nuevo siglo, cuando un médico escéptico anuncia que la humanidad inicia una etapa en la que surgirá un hombre nuevo, el hombre del octavo día. La narración contiene muchas referencias de toda clase: a la antigüedad romana; a obras literarias de muchos lugares, rusas en particular; a canciones de tipo popular o religioso, etc. Son también abundantes las explicaciones caracteriológicas: se hacen generalizaciones amplias y se obtienen, a veces, conclusiones excesivas. Pero al lector no le importará mucho pues la tensión por saber qué ocurrió es continua y, como en cualquier novela dickensiana, aparte del interés de las historias que cuentan ascensos sociales y las que hablan de la lucha por salir de la pobreza, surgen aquí y allá personajes secundarios magníficos. El narrador subraya que así, del entretejido de vidas humanas que presenta, nace Norteamérica; y conduce bien al lector a la idea de que la vida es para nosotros como un tapiz por detrás, todo hilos y nudos, en el que «no es posible ver el diseño de conjunto», tal como afirma un personaje un tanto místico. Por último, el desenlace no defrauda.
En bienvenidosalafiesta comenté también El puente de San Luis Rey.
Thornton Wilder. El octavo día (The Eight Day, 1967). Madrid: Automática, 2013; 530 pp.; trad. y notas de Enrique Maldonado Roldán; ISBN: 978-84-15509-14-1.