miércoles, 30 de diciembre de 2020

'Un hombre al margen', de Alexandre Postel

Un hombre al margen, de Alexandre Postel, es una novela extraordinaria, premio Goncourt. Su protagonista es un oscuro profesor de una universidad provinciana, Damien North, viudo, sin hijos, nieto de un prestigioso político ya fallecido. La novela comienza cuando es detenido porque todos los indicios apuntan a que ha descargado fotografías de una red pedófila en su ordenador. Eso le conduce a interrogatorios humillantes, a ser insultado desde la prensa, a que le abandonen a su suerte sus vecinos, colegas y su propio hermano. Además, su abogado le dice que le conviene declararse culpable para que la pena que le caiga sea menor, cosa que hace. Pasa luego un tiempo en la cárcel y es una de las personas elegidas para un programa piloto que desea prevenir la reincidencia en ese tipo de delitos cuando el condenado salga de nuevo a la calle.

Novela tan bien construida y tan bien contada que resulta, sobre todo en su primera parte, muy desasosegante: resulta facilísimo pensar en que algo así le puede ocurrir a cualquiera. Se retratan de modo admirable los comportamientos de las autoridades de todo tipo —policial, judicial, académica, política, periodística, médica—. También, diría que con una honradez inesperada en las ficciones actuales (en las de nuestro entorno al menos), se critica con acierto la hipocresía del representante del movimiento gay en la universidad donde trabaja el protagonista. Este queda bien descrito como un hombre sin recursos, ni personales ni de amistades, para poder enfrentarse a todo lo que se le viene encima. Cuando está en la cárcel escribe algunas reflexiones y, entre otras, hace la siguiente: «El hombre los tiempos prehistóricos no dejaba tras de sí archivos, sino una plétora de rastros. Yo no dejo rastro alguno, por así decirlo, pero sí una plétora de archivos. Él y yo nos parecemos en que ni él ni yo tenemos control de lo que vamos dejando detrás. Lo que nos convierte en presas».

Alexandre Postel. Un hombre al margen (Un homme effacé, 2013). Madrid: Nórdica, 2014; 213 pp.; trad. de María Teresa Gallego Urrutia; ISBN: 978-84-15717-85-0.

martes, 22 de diciembre de 2020

'Perros perdidos sin collar', de Gilbert Cesbron

Perros perdidos sin collar, de Gilbert Cesbron, fue una novela que tuvo un gran éxito en los años cincuenta y sesenta: vendió varios millones de ejemplares. Ambientada en la Francia posterior a la segunda Guerra Mundial, presenta las vidas de unos niños huérfanos, o pertenecientes a familias que viven en condiciones miserables, a veces delincuentes, y de las personas que los tutelan: jueces, médicos, policías, asistentes sociales, cuidadores de los orfanatos. Los principales protagonistas, aunque son muchos los personajes, son un niño huérfano llamado Alain Robert, un chico algo mayor llamado Marco Forgeot al que mandan a vivir lejos de sus padres, y, entre todos los adultos, el juez Lamy, del Tribunal de Menores.

La narración es una sucesión de incidentes e interrogatorios: envío de Alain y de Marco a un correccional en Terneray; sucesos de distinto tipo allí; escapadas de algunos por varias razones; escenas en las se nos dan a conocer los mundos interiores de los chicos; conversaciones de toda clase entre unos y otros. Se ponen de manifiesto las preocupaciones de los adultos que tratan con esos niños: se mueven con espíritu cristiano, tienen grandes deseos de ayudarles, una fuerte conciencia de lo poco que pueden hacer y de la importancia de lo que hacen. Afrontan sus deberes con abnegación ejemplar y espíritu dolorido: así, del inspector Marcelo se nos dice que «era un policía cristiano: tenía pocas posibilidades de éxito y ninguna de ser dichoso».

La novela está bien escrita pero no es fácil de leer para todos: el realismo periodístico con el que se describen los ambientes y la misma crudeza de los hechos contribuyen a que todo suene antiguo; el relato no tiene un hilo que tire del lector y está centrado no tanto en lo que ocurre como en los sufrimientos de todos; el tono enfático con el que se subrayan algunas cosas puede alejar a otros lectores. Sin embargo, es una novela poderosa, de las que dejan una fuerte impresión de sinceridad y honradez, de las que se ve que han sido construidas para conmover pero sin falsas trampas emocionales. También queda claro que el autor procura ser ecuánime a la hora de hablar del sufrimiento de los más pobres y a la hora de combatir las actitudes de superioridad de los que no tienen problemas y se consideran autorizados a juzgar a los otros.

El juez Lamy, al final, resume su modo de actuar en algunos consejos que transmite a quien le sustituirá en el Tribunal de Menores: «Juzgue usted siempre al niño por lo que es y no por lo que ha hecho»; «tenga usted paciencia para resolver los casos uno por uno»; «dé la sensación siempre de mirar por el niño: ¡respete hasta su vanidad! ¡Siente tal necesidad de crecer! Y no se crece sin romper la cáscara. No diga usted nunca: ¡Éste merece salvarse...! Todos tienen derecho a ello; ¡y usted tiene el deber de salvarlos a todos, uno por uno...! ¡Hacen el mal, pero sueñan con el bien... esté usted seguro!».

Gilbert Cesbron. Perros perdidos sin collar (Chiens perdus sans collier, 1953). Madrid: Encuentro, 2015; 293 pp.; col. Literatura; trad. de María Barbeito y Cerviño; ISBN: 978-84-9055-078-6.

miércoles, 16 de diciembre de 2020

'Nudo de víboras', de François Mauriac

Nudo de víboras, de François Mauriac, es una larga carta que Louis, un abogado prestigioso, empieza dirigiendo a su mujer, Isa. En la primera parte repasa su vida —sus padres, su enamoramiento de Isa, sus tristes y distantes relaciones posteriores, su escaso apego a sus hijos, etc.—, poniendo de manifiesto todo el rencor acumulado y acariciando sus planes para dejarles, a sus hijos y nietos, lo mínimo posible de su gran fortuna. La primera parte termina cuando decide abandonar su casa por sorpresa, sin que lo sepa su familia, y marcharse a París, con la intención de resolver allí cómo disponer su herencia en favor de un hijo ilegítimo al que no conocía.

Narrativamente la obra está cuidada y conseguida. La doble intriga, la externa de saber qué ocurrirá con la herencia del protagonista, y la interna sobre cuál será el resultado de su feroz autoexamen, tiran con fuerza del lector. A la larga carta de Louis, que termina con una palabra decisiva truncada, se le añaden dos clarificadoras cartas más, una de su hijo comentando la carta de su padre, y otra de una nieta a su tío reclamándosela para leerla. Como suele ocurrir con este tipo de novelas, el contenido está bien armado para conducir los acontecimientos y las reflexiones hacia un final y unas conclusiones que, por supuesto, son posibles, pero a los que también cabría reprochar su artificiosidad.

El gran conflicto del protagonista está en su propia increencia —«he tardado sesenta años en componer este viejo que se muere de odio. … ¡Oh! Dios, Dios… ¡Si existieras!»—, que se alimenta también de su rechazo a la que le parece una religiosidad hueca, la de su mujer y sus hijos. El título del libro está tomado de unas lúcidas palabras suyas: «Conozco mi corazón, este corazón, este nudo de víboras: asfixiado por ellas, saturado de su veneno, sigue latiendo por debajo de este hormigueo. Este nudo de víboras que es imposible deshacer, que habría que cortar de un tajo con un cuchillo, con una espada: “No he venido a traer la paz sino la espada”».

Pero esa misma lucidez le hace ver su «fatal tendencia a simplificar a los demás» y constatar que, «a lo largo de medio siglo, no me había bastado con no conocer de mí más que lo que no era yo: había hecho otro tanto con los demás. Estaba fascinado por las miserables codicias que se reflejaban en los rostros de mis hijos», también ellos mismos otro nudo de víboras.

François Mauriac. Nudo de víboras (Noeud de vipères, 1932). Madrid: Homo Legens, 2007; 262 pp.; trad. de Almudena Montoro Picó; prólogo de Alejandro Caja; ISBN: 978-8493550615; en esta edición se contiene también el relato El beso al leproso (Le baiser au lépreux, 1922).

miércoles, 9 de diciembre de 2020

'Escenas de la vida parroquial', de George Eliot

Escenas de la vida parroquial contiene los tres primeros relatos de George Eliot: El triste destino del reverendo Amos Barton, La historia de amor del señor Gilfil, El arrepentimiento de Janet. Además, en un apéndice titulado «Cómo llegué a escribir relatos de ficción», habla de las dudas que le asaltaban al redactarlos, de lo que le decían sus conocidos, de cómo llegó a convencerse de su capacidad para ser novelista.

El primero tiene un argumento más directo que los otros dos y presenta unas dificultades de convivencia más cercanas a nosotros. El reverendo Amos Barton, un hombre bueno pero poco dotado para las relaciones sociales, tiene dificultades de aceptación en su parroquia y, sobre todo, sufre debido a la enfermedad grave de su mujer, Milly, una persona bondadosa y querida por todos. En el segundo relato el protagonista es el pastor Gilfil, unas décadas anterior a Amos Barton en la misma parroquia de Shepperton, y la historia cuenta cómo llegó a casarse con una desgraciada chica italiana, Caterina. En el tercero, que tiene lugar en la ciudad de Milby, asistimos a las tensiones «teológicas» y ciudadanas en torno al moderno reverendo Edgar Tryan, y a su influencia en Janet, la esposa de un hombre violento que ataca ferozmente a Tryan.

A George Eliot se la suele criticar por emplear su aguda ironía precisamente contra las mujeres —«¡Pobres corazones femeninos! Dios me libre de reírme de vosotros…»—, y por sus acentos de superioridad condescendiente cuando se refiere al mundo provinciano —en «el nivel intelectual de Shepperton es la repetición, no la novedad, lo que produce mayor efecto; y las frases, al igual que las melodías, tardan mucho tiempo en sentirse como en casa en el cerebro»—. Pero, sea como sea, sus observaciones al paso suelen ser pertinentes y certeras.

Por ejemplo: «Las distinciones sutiles son problemáticas. Es mucho más fácil decir que una cosa es negra que diferenciar el tono específico de marrón, azul o verde que realmente irradia. Es mucho más fácil decidir que tu vecino es un inútil que tratar de comprender unas circunstancias que le obligarían a uno a cambiar de opinión». O bien: «La calumnia puede derrotarse con la ecuanimidad; pero los pensamientos valientes no pagan la cuenta del panadero, y la fortaleza en ninguna parte se considera una moneda de curso legal para la carne». O esta otra: «Las emociones intensas gracias a las que la vida de un ser humano cambia de rumbo conquistan su victoria como lo hace el mar: aunque su avance sea seguro, a menudo, después de una ola más poderosa de lo habitual, parece retroceder hasta perder todo el recorrido ganado».

George Eliot. Escenas de la vida parroquial (Scenes of Clerical Life, 1858). Barcelona: Alba, 2013; 542 pp.; col. Alba Clásica; trad. de Marta Salís; ISBN: 978-84-8428-855-8.

miércoles, 2 de diciembre de 2020

'Se llamaba Carolina', de José Jiménez Lozano

Se llamaba Carolina, de José Jiménez Lozano, se sitúa en un pueblo castellano poco después de terminada la Guerra civil española. Una compañía de artistas ambulantes prepara una representación de Hamlet y, por distintas razones, necesitan que actúen algunas personas del pueblo. En concreto, necesitan convencer a una joven maestra, Carolina, para que haga de Ofelia. La historia la narra uno de sus jóvenes alumnos y, al hilo de lo que va contando, surgen historias de amores y desamores en el pueblo que replican o recuerdan las de la obra de Shakespeare.

Igual que otros narradores de más novelas del autor, el de esta usa un tono coloquial y sencillo que, sin embargo, no le impide usar un vocabulario rico y hacer descripciones muy precisas. También, como es habitual en el autor, el modo expositivo conversacional puede hacer que muchos lectores no aprecien la enorme sofisticación narrativa de la novela ni su riqueza y profundidad. Tal como explica con brillantez el largo prefacio, «Se llamaba Carolina es un prodigio de arquitectura, de densidad semiótica, de gracia y armonía; es el típico texto literario que se lee más de una vez y que en cada lectura descubre relaciones y sentidos nuevos».

Pero, eso sí, conviene hacer caso a lo que se indica: es un «Prefacio para leer entre la primera y la segunda lectura de Se llamaba Carolina». Así que se recomienda mucho leer la novela antes de abordar el prefacio, igual que también conviene conocer antes Hamlet, al menos básicamente o, como en la representación que se hará en el pueblo, aunque sea con textos recortados. Tal como le dice un personaje a Carolina: «Se trata de que la gente se encariñe tanto con los personajes de la literatura como con los santos, aprenda su lenguaje, y pensemos todos luego lo que dicen. Son amistades imprescindibles para la alegría y la seriedad del vivir, y más ahora que los españoles nos acabamos de matar unos a otros, y tenemos que purificarnos con la vergüenza y el pesar de haberlo hecho».

José Jiménez Lozano. Se llamaba Carolina (2016). Madrid: Encuentro, 2016; 240 pp.; col. Literaria; prefacio de María del Camen Bobes Naves; ISBN: 978-8490551400.