jueves, 26 de diciembre de 2019

'El octavo día', de Thornton Wilder

El octavo día fue la última novela de Thornton Wilder. Ese dato importa porque sólo una gran madurez da el dominio necesario para abordar y controlar un argumento que, centrado en un acontecimiento singular, abarca cuatro generaciones y toca muchas teclas distintas. Puede dar idea de lo anterior decir que tiene partes de intriga detectivesca, y de huida y persecución; otras de lucha por sobreponerse a la pobreza, y también de ascensos sociales fulgurantes; otras de denuncia de los abusos laborales sobre los que se construyen algunas fortunas; otras de reflexión, sobre las consecuencias que tiene una u otra educación; más, sobre los cimientos de los Estados Unidos y sobre la imposibilidad de comprender los destinos humanos… Luego, el relato avanza hacia delante y hacia atrás con fluidez: el autor mantiene al lector en vilo, anunciando cosas que ocurrirán, buscando explicaciones en el pasado, y siendo también un tanto impredecible. Eso sí, no todo es perfecto: a la historia tal vez le sobran algunas divagaciones y preguntas retóricas en boca del narrador o en la de algunos personajes, por más que algunas sean interesantes y que, sin duda, esa sea una manera de darle un sabor particular.

En un extraordinario prólogo se presentan el escenario —Coaltown, una ciudad provinciana minera de Illinois—, los principales personajes y el misterio principal: el año 1902, al director de la empresa minera, Breckenridge Lansing, su amigo y gerente de la mina, John Ashley, le disparó por la espalda en presencia de sus respectivas esposas, Eustacia y Beata. A pesar de lo extraño del asunto los hechos no dejan lugar a dudas y John Ashley es condenado pero, durante su traslado a prisión, unos misteriosos enmascarados aturden a los guardias y lo liberan. En sucesivos capítulos la novela sigue la escapada de Ashley hasta Chile, donde acaba trabajando en otra empresa minera; la marcha de su hijo Tom a Chicago, con 17 años, y cómo se abre camino allí como periodista; la vida difícil de Beata y sus tres hijas, que se quedan en el pueblo y terminan abriendo una pensión; y la de Eustacia y sus dos hijas e hijo. También, el relato va echando atrás la vista para saber quiénes fueron los padres alemanes de Beata y los criollos de Eustacia, y encontrar ahí algunas explicaciones o justificaciones de lo que sucedería después.

Al final del relato tendremos la explicación del título: este se propone al principio, en una fiesta para dar la bienvenida al nuevo siglo, cuando un médico escéptico anuncia que la humanidad inicia una etapa en la que surgirá un hombre nuevo, el hombre del octavo día. La narración contiene muchas referencias de toda clase: a la antigüedad romana; a obras literarias de muchos lugares, rusas en particular; a canciones de tipo popular o religioso, etc. Son también abundantes las explicaciones caracteriológicas: se hacen generalizaciones amplias y se obtienen, a veces, conclusiones excesivas. Pero al lector no le importará mucho pues la tensión por saber qué ocurrió es continua y, como en cualquier novela dickensiana, aparte del interés de las historias que cuentan ascensos sociales y las que hablan de la lucha por salir de la pobreza, surgen aquí y allá personajes secundarios magníficos. El narrador subraya que así, del entretejido de vidas humanas que presenta, nace Norteamérica; y conduce bien al lector a la idea de que la vida es para nosotros como un tapiz por detrás, todo hilos y nudos, en el que «no es posible ver el diseño de conjunto», tal como afirma un personaje un tanto místico. Por último, el desenlace no defrauda.

En bienvenidosalafiesta comenté también El puente de San Luis Rey.

Thornton Wilder. El octavo día (The Eight Day, 1967). Madrid: Automática, 2013; 530 pp.; trad. y notas de Enrique Maldonado Roldán; ISBN: 978-84-15509-14-1.

jueves, 19 de diciembre de 2019

'El rector de Justin', de Louis Auchincloss

El rector de Justin, de Louis Auchincloss, es una biografía de un personaje ficticio: el clérigo episcopaliano Francis Prescott, fundador y durante muchos años director de un selectísimo internado masculino norteamericano, San Justin Martyr. Es magnífica la forma en que se despliega la vida de Prescott: primero, a través del diario de Brian Aspinwall, un novato profesor de Justin que se gana la confianza de Prescott y de su esposa; luego, cuando un viejo amigo de Prescott, Horace Havistock, le hace llegar a Brian unos folios que había escrito él hacía tiempo; después, alternándose con el diario de Brian, los testimonios de algunos exalumnos y de una hija de Prescott.

El retrato del personaje queda completo —tanto su excepcionalidad humana como las debilidades que se ocultaban bajo su enorme autoridad moral ante muchos— y, con él, van apareciendo en el libro consideraciones variadas de interés.

Así, pinceladas como esta, que da un antiguo alumno sobre su madre: «Amaba a la humanidad, pero miraba con una benevolencia nebulosa, algo hastiada, a sus ejemplares concretos, incluso cuando ese ejemplar resultaba ser su hijo mayor. Papá era rígido e irritante, pero al menos se preocupaba».

O, en relación a la educación, este diálogo entre Prescott y Brian cuando, ya jubilado Prescott, pasean por el colegio, ven entrar caóticamente a los chicos en el comedor, y Brian comenta:

«—Supongo que, pese a todo, se las arreglan para entrar en el comedor —dije, algo perplejo.

—Claro que entran, pero ¿acaso las formas no significan nada para ti? Cuando hayas sido profesor tanto tiempo como yo, sabrás que las formas son las tres cuartas partes de la batalla. —Desclavó su bastón—. ¡No! ¡Nueve décimas partes!

—Me sorprende escuchar eso de alguien tan preocupado por lo esencial.

—Oh, ya lo sé, piensas que soy un viejo quisquilloso —farfulló, enfadado, mientras seguía caminando—. Pero eso es sólo porque resulta que soy viejo. Si fuera veinte años más joven y dijera lo mismo, la gente diría que soy profundo. Ésa es la maldición de ser viejo».

Louis Auchincloss. El rector de Justin (The rector of Justin, 1964). Barcelona: Libros del Asteroide, 2010; 388 pp.; trad. de Ignacio Peyró; ISBN: 978-84-92663-25-5.

jueves, 12 de diciembre de 2019

'El pasajero', de Ulrich Alexander Boschwitz

Ulrich Alexander Boschwitz fue un escritor alemán que abandonó su país en 1935 y que, después de vivir en varios países, se fue a Inglaterra, donde, por su origen y a pesar de ser judío, fue internado en un campo de concentración en la isla de Mann. Fue enviado a Australia y, cuando se le permitió regresar, en 1942, su barco fue torpedeado y falleció. En vida publicó dos novelas, una en Suecia y otra, una primera versión de El pasajero, en Inglaterra en 1939 y en Estados Unidos en 1940. Redescubierta recientemente se publicó en Alemania en 2018: el editor acompaña la historia de un posfacio donde da cuenta de todos estos datos y de cuál ha sido su trabajo.

La narración sigue a Otto Silbermann, un adinerado comerciante judío que, afectado e impresionado por los pogromos que ocurren entre el 7 y el 13 de noviembre de 1938, emprende una huida de Alemania con la intención de llegar a París, donde vive su hijo. Se cuentan los viajes del protagonista de un lugar a otro y todos sus pensamientos y dudas. La narración, escrita en cuatro semanas por el autor, tiene, según parece, algunos elementos autobiográficos, propios o de familiares. Es difícil de dejar y, a la vez, es desasosegante. Se muestran con claridad los comportamientos alterados de quienes sufren persecución y los egoístas de quienes buscan salvarse sólo a sí mismos, incluido el protagonista.

Ulrich Alexander Boschwitz. El pasajero (Der Reisende, 1939-2018). Madrid: Sexto Piso, 2019; 245 pp.; trad. de José Aníbal Campos; posfacio de Peter Graf; ISBN: 978-84-17517-12-0.

jueves, 5 de diciembre de 2019

'Happycracia', de Edgar Cabanas y Eva Illouz

Happycracia: cómo la ciencia y la industria de la felicidad controlan nuestras vidas, un libro de Edgar Cabanas y Eva Illouz, habla de toda esa industria que ha florecido a nuestro alrededor ofertándonos «una variedad de servicios, terapias y productos del bienestar como medios rápidos y sencillos de transformación y crecimiento personales, bajo la asunción de que cuanto más feliz sea una persona más incrementará esta su valor personal, político y económico».

En la Introducción, los autores explican las objeciones que ven a los planteamientos que subyacen a esa supuesta ciencia de la felicidad: epistemológicas, pues es cuestionable la concepción de felicidad que maneja; sociológicas, pues es discutible que, como dicen, no alcanzar esa meta tenga su causa en deficiencias psicológicas individuales; fenomenológicas, pues se constata que no solo no da lo que promete sino que genera resultados indeseables; y moral, pues no es cierto que tanto el sufrimiento como la satisfacción puedan ser siempre opciones personales.

Como anuncian también en la Introducción, en los sucesivos capítulos hablan de la felicidad y la vida política, de la felicidad y la ideología individualista dominante, de la felicidad y el mundo laboral, de los problemas de presentar la felicidad como si fuera una mercancía emocional, de la falsa pretensión de definir qué emociones son positivas y cuáles negativas. Los autores terminan su libro así: «Esa industria de la felicidad no solo perturba y confunde nuestra capacidad para conocer las condiciones que moldean nuestra existencia; también anula y deslegitima esa capacidad, la vuelve irrelevante. El conocimiento y la justicia, antes que la felicidad, siguen siendo los valores más revolucionarios que tenemos en nuestras vidas».

Esta es una entrevista con Edgar Cabanas. Comenté y cité aquí otros libros de Eva Illouz.

Edgar Cabanas y Eva Illouz. Happycracia: cómo la ciencia y la industria de la felicidad controlan nuestras vidas (Happycratie, 2018). Barcelona: Paidós, 2019; 219 pp.; trad. de Núria Petit; ISBN: 978-84-493-3556-3.