jueves, 27 de febrero de 2020

'Un pequeño empujón', de Richard H. Thaler y Cass R. Sunstein

Un interesante libro de hace tiempo es Un pequeño empujón, o nudge, de Richard H. Thaler y Cass R. Sunstein, un libro que propone lo que los autores llaman un «paternalismo libertario». Dicen que aspiran a diseñar políticas que mantengan o aumenten la libertad de elección, de ahí la palabra libertario, y que, sin coerción de ninguna clase, pretenden orientar esas políticas en direcciones que mejorarán las vidas de los ciudadanos, de ahí la palabra paternalista. En un momento de sus explicaciones, en un nota al pie, hablan de que su propuesta coincide, en su espíritu, con la de otros autores que proponen un «paternalismo asimétrico», o tomar medidas a favor de las personas menos educadas o conscientes que, a la vez, causen los menos perjuicios posibles a los demás.

En general afirman que hay que sustituir exigencias y prohibiciones por incentivos y nudges, y eso hará que el gobierno será más pequeño y más modesto y que mejore de verdad la vida de los ciudadanos. Y definen nudge así: «cualquier aspecto de la arquitectura de las decisiones que modifica la conducta de las personas de una manera predecible sin prohibir ninguna opción ni cambiar de forma significativa sus incentivos económicos. Para que se pueda considerar como nudge, debe ser barato y fácil de evitar. Los nudges no son órdenes. Colocar la fruta de forma bien visible es un nudge. Prohibir la comida basura no lo es». Al terminar el libro queda claro que «por todas partes hay nudges, aunque no los veamos. La arquitectura de las decisiones, tanto la buena como la mala, es ubicua e inevitable, y afecta en gran medida nuestras decisiones».

Para explicar el interés de los nudges ponen ejemplos de distinto tipo, algunos de vida cotidiana —la presentación de los platos en los comedores escolares cambia la forma en que se alimentan los niños—, otros publicitarios —un eslogan que, apelando al orgullo local, consigue reducir la basura en las carreteras de Texas—, otros de diseño. De estos últimos, por ejemplo, el de que, al poner una mosca dibujada en los urinarios para hombres del aeropuerto de Amsterdam, se redujeron las salpicaduras en un 80 por cien (y que en Bonn imitaron la idea poniendo una portería de fútbol…) También se detienen a explicar, por ejemplo, el poder que tienen las opciones por defecto, en los programas de ordenador que usamos, o en las hipotecas que contratamos, o en tantos otros productos, para hacer la vida más complicada o más fácil al usuario.

Están muy bien las observaciones que hacen los autores sobre las limitaciones que tenemos los seres humanos para elegir bien. Ponen ejemplos de cómo todos sufrimos tentaciones y subestimamos nuestra debilidad en momentos de excitación, y cómo somos, con frecuencia, negligentes o descuidados. Hablan de cómo se pueden contrarrestar un poco esas debilidades de distintos modos, por ejemplo con los que han sido llamados «factores canal», esas «pequeñas influencias que pueden facilitar o inhibir ciertas conductas», del mismo modo que los cambios en el paisaje puede conducir de un modo u otro la nieve que se derrite.

Los autores terminaron su libro en 2007 y publicaron su primera edición a principios de 2008. Para una edición posterior a finales de ese año pusieron un epílogo titulado «la crisis financiera de 2008». Al final concluyen esto: «La codicia y la corrupción contribuyeron a crear la crisis, pero las simples flaquezas humanas desempeñaron un papel clave. No podemos protegernos de futuras crisis si denunciamos la codicia, la corrupción y la injusticia sin mirarnos en el espejo y comprender los efectos potencialmente devastadores de la racionalidad limitada, la falta de autocontrol y las influencias sociales»

Richard H. Thaler y Cass R. Sunstein. Un pequeño empujón (Nudge): el impulso que necesitas para tomar las mejores decisiones en salud, dinero y felicidad (Nudge. Improving Decisions About Health, Wealth, and Happiness, 2008). Madrid: Taurus, 2009; 332 pp.; trad. de Belén Urrutia; ISBN: 978-84-306-0684-9. Nueva edición en 2017.

jueves, 20 de febrero de 2020

'Agencia matrimonial para ricos', de Farahad Zama

Agencia matrimonial para ricos, la primera novela de Farahad Zama, es un relato que deja buen sabor de boca pues tiene todas las cualidades de una narración sonriente y bien llevada, y el atractivo de unos protagonistas convincentes y bien dibujados.

Vizag, ciudad costera del sureste de la India. El señor Ali, funcionario jubilado, decide poner en marcha una «Agencia matrimonial para ricos», cuya sede está en su casa. Le ayuda su mujer y acaba contratando a una chica muy eficiente de nombre Aruna. Los criterios que tienen para encontrar la pareja adecuada son sencillos: los deseos que formula quien acude a la agencia, la compatibilidad de casta y religión, un estatus económico parecido, y también una cierta coincidencia de rasgos físicos como la altura y la complexión. El orden y la seriedad con que llevan los asuntos les va ganando una clientela cada vez mayor. La narración se centra en las peculiaridades de los clientes que les van llegando y en los problemas que a veces les plantean, pero sigue al mismo tiempo dos hilos principales: que los señores Ali están preocupados por el activismo político de su hijo mayor y que a Aruna, que tiene graves dificultades económicas en su casa, le surge un pretendiente inesperado y socialmente imposible.

La novela es un gran retrato social: se cuentan muchas costumbres locales y se acaban describiendo con detalle una boda musulmana y otra brahmana a las que asisten los protagonistas. Los diálogos son claros y, en ellos, un tema que aparece una y otra vez, como era de esperar, es el de las condiciones para que la convivencia matrimonial funcione: vale la pena leer los consejos sensatos que dan el señor Ali y su mujer a quienes acuden a ellos con pretensiones excesivas, o a quienes, por distintos motivos, actúan de modo egoísta o desconsiderado.

Farahad Zama. Agencia matrimonial para ricos (The Marriage Bureau for Rich People, 2009). Barcelona: Ediciones B, 2009; 330 pp.; trad. de Pablo M. Migliozzi; ISBN: 978-84-666-3970-5.

jueves, 13 de febrero de 2020

'La dama de blanco', de Wilkie Collins

No hace mucho releí La dama de blanco, de Wilkie Collins. Un motivo: hacía mucho que la había leído y deseaba refrescar en mi memoria el perfil de algunos personajes. Otro: es un relato absorbente como pocos, debido a su hábil construcción, al enorme atractivo de la heroína y del malvado, y, por supuesto, a las intrigas que se suceden. Además, Collins afirma, en su prólogo, que se asesoró bien para presentar correctamente los pormenores legales de su relato, dirigido por otro lado a mostrar que la ley de su tiempo y su país era injustamente favorable a los maridos frente a sus esposas. Que el autor pidiese que, en su epitafio, se pusiese «autor de La dama de blanco y de otras obras de ficción», da idea de que consideraba esa novela, la quinta que publicó, como la mejor de las suyas, opinión que hoy comparten muchos también.

El joven Walter Hartright es contratado como profesor de dibujo de las hermanas Marian Halcombe y Laura Fairlie, de la que se enamora. Pero, como el padre de Laura, ya fallecido, había comprometido su matrimonio con sir Percival Glyde, un barón y terrateniente vecino, Walter se marcha, no sin temor, pues una dama fantasmal llamada Anne Catherick —con un gran parecido físico a Laura, y a la que había conocido en circunstancias extrañas— reaparece para, enigmáticamente, advertir contra el barón. Sin embargo, Laura y sir Percival se casan y, cuando regresan de su desastroso viaje de bodas, con una larga estancia en Italia incluida, Laura puede sobrellevar el comportamiento iracundo del barón gracias al apoyo de Marian. Pero entra en escena también un amigo italiano del barón, el untuoso y cortés conde Fosco, casado además con una tía de Laura, que conspira con sir Percival para hacerse con el dinero que le corresponde a Laura por herencia.

Una parte del interés de la historia está en el recurso —original entonces— de contarla mediante una sucesión de relatos, ordenados cronológicamente, a cargo cada uno de alguien que vivió en primera persona los hechos. Así lo explica el primero de los narradores y recopilador de todo el material: «cuando el que escribe estas líneas introductorias (de nombre Walter Hartright) haya estado en relación más directa que otros con los sucesos de que habla él mismo lo contará. Cuando falle su conocimiento de los hechos dejará su lugar de narrador, y su tarea la continuarán, desde el punto en que él lo haya dejado, personas que pueden hablar de las circunstancias de cada suceso con tanta seguridad y evidencia como él mismo ha hablado en anteriores ocasiones». En su Introducción a la literatura inglesa (Madrid: Alianza, 1999), Jorge Luis Borges y María Esther Vázquez indican que «bajo el influjo de la novela epistolar del siglo XVIII, Collins fue el primer novelista que usó el procedimiento de que una historia fuera contada por los personajes de la fábula. Este concepto de los diversos puntos de vista sería utilizado y profundizado después por Browning y por Henry James».

Otra parte del interés procede de la galería de personajes y del particular punto de vista de cada narrador. Son excelentes, pero menores, el hipocondríaco y clasista Frederick Fairlie, tío de Laura, la rencorosa Jane Catherick, madre de Anne, o el ama de llaves Eliza Michelson, que se tiene a sí misma por «humana e indulgente con los extranjeros», dado que «no tienen nuestras virtudes y nuestras ventajas, pues casi todos se han educado en los errores ciegos del papismo». Sin embargo, el nivel sube cuando entran en acción y hablan la decidida Marian Halcombe y, sobre todo, el asombroso conde Fosco —químico de profesión, enfermizamente tierno con unos canarios y unos ratones a los que adiestra, capaz de amenazar salvajemente del modo más cortés…—.

Entre otras cosas, se puede destacar de Marian Halcombe cómo sus afirmaciones acerca de los modos de pensar y actuar de las mujeres se ven desmentidas una y otra vez por sus propios hechos. Así, una vez afirma que la mente de las mujeres «es demasiado versátil y nuestros ojos son demasiado desatentos»..., pero no los suyos. En otra señala que, por no ser más que una mujer, está «condenada a tener paciencia, corrección y faldas para toda la vida» y ha de arreglárselas «como pueda de una manera débil y femenina»…, que no es la suya tampoco. Es un gran acierto de la trama que la única debilidad de Fosco sea, precisamente, la gran admiración que siente por Marian.

Del conde Fosco, Marian, en su diario, afirma que lo que «le hace único entre los demás mortales, está sobre todo y ante todo y hasta dónde puedo afirmar por ahora, en la expresión y en la fuerza extraordinaria de sus ojos. Sus modales y el dominio absoluto que posee de nuestro idioma han contribuido hasta cierto punto a que gane mi aprecio. Escucha a una mujer con una deferencia sosegada, con una mirada llena de un interés plácido y vivo. Le habla con una voz que trasluce una gran delicadeza interior, y ello, hay que decirlo, resulta irresistible». Más adelante señalará que había «cierta relación misteriosa entre sus más profundos sentimientos y sus refinamientos más espectaculares» y apreciará que sus más insignificantes acciones «ocultaban siempre un propósito recóndito».

Wilkie Collins. La dama de blanco (The Woman in White, 1859). Barcelona: Montesinos, 1989: 431 pp.; trad. de Maruja Gómez Segalés; ISBN: 84-85859-78-2. Otra edición en Barcelona: Debolsillo, 2010; 816 pp.; col. Clásica; trad. de Maruja Gómez Segalés; ISBN: 978-8499086316.

jueves, 6 de febrero de 2020

'Hablando de niños', de Carlos González

Hablando de niños, de Carlos González, me ha gustado mucho al mismo tiempo que me ha parecido un libro costoso para una mayoría de lectores que, lógicamente, no conocerán tantas novelas como se comentan y citan de Charles Dickens, George Eliot, Charlotte y Emily Brontë, etc.

Al comienzo el autor explica que pensaba titular su libro «El niño en la literatura inglesa del siglo XIX» pero que abandonó su idea por ser una frase larga y porque, al fin, sería inexacta, pues también hablará de libros de otras áreas geográficas y lingüísticas. No es una obra de análisis literario, aclara, pero sí «el homenaje de un lector apasionado y un padre agradecido» a las muchas y grandes novelas decimonónicas que hablan de las relaciones entre padres e hijos. El autor mostrará cómo en ellas abundan los padres maravillosos y los padres desastrosos y cómo casi se podría decir que los que faltan son «padres intermedios».

En un tono amable y conversacional se van contando escenas y dando citas de muchas novelas, por un lado para explicar que algunas ideas que tenemos del pasado son falsas —señala, por ejemplo, que hoy muchos piensan “menos mal que somos padres modernos, padres que se involucran en el cuidado de sus hijos, no como los de antes”, pero que tal idea es falsa. Y por otro, para concluir, en mi opinión con acierto, que «muchas de las dudas que asaltan a los padres de hoy encontrarían una más juiciosa respuesta en las grandes novelas del pasado que en los pequeños manuales del presente».

También dirá el autor que «hacia finales del siglo XX, la calidad de la literatura escrita para niños disminuyó de forma espectacular: libros cada vez más cortos, con letra grande y muchos dibujos, con vocabulario restringido, sintaxis simplificada y una moralidad que a menudo cae en la cursilería (una moralidad que no se basa en la comprensión y el análisis de la conducta humana…)». Esta idea se puede formular de otro modo: las mejores novelas del pasado (no hay que olvidar que a nosotros sólo nos han llegado esas y no todas las que han desaparecido para siempre) se tomaban en serio los conflictos de sus protagonistas niños y jóvenes y se tomaban en serio a sus lectores...

Carlos González. Hablando de niños. Un apasionado recorrido por la crianza en la literatura (2019). Barcelona: Espasa, 2019; 276 pp.; ISBN: 978-84-670-5511-5.