jueves, 30 de abril de 2020

'La fruta del borrachero', de Ingrid Rojas

La fruta del borrachero es la primera novela de la colombiana Ingrid Rojas Contreras, actualmente profesora en los Estados Unidos, donde su familia emigró, cuando ella era pequeña, huyendo de la violencia en Colombia durante los años noventa.

La historia está narrada en primera persona por Chula, una niña de siete años cuando comienza, y algunos capítulos por Petrona, una chica silenciosa y tímida de trece años contratada por su familia para que acompañe y cuide a Chula y su hermana mayor Cassandra. Viven en un barrio de Bogotá de buen nivel con su madre, mientras su padre, ingeniero, trabaja lejos y solo viene a casa de vez en cuando. La vida social está muy alterada: abundan los problemas como cortes de luz y agua y hay noticias continuas de violencias de distinto tipo. En el jardín de la casa hay un ejemplar de borrachero, un árbol de cuyas semillas se hace la burundanga. Mientras se va estrechando la relación de Chula con Petrona, esta se ennovia con un chico vinculado al narcotráfico. Un incidente provoca que la madre de Chula despida a Petrona y esto desencadena los acontecimientos que terminarán con Chula y su familia en los Estados Unidos.

La narración es ágil y está llena de modismos propios del habla local. Los personajes resultan cercanos, en especial las dos protagonistas y la madre, de quien Chula dice que «era alborotera y chillona» y «una coqueta incurable». El relato va ganando fuerza y tensión, en especial cuando se centra en Petrona —un personaje conmovedor—, se describen los modos de vida en el barrio de aluvión donde vive con su familia, y se ven venir todas las trágicas consecuencias de sus decisiones.

Un aspecto de interés para mí es la viveza con la que se describen algunas escenas de juegos, con sus diálogos, de las niñas y sus amigas del barrio. Por ejemplo, el humor negro —reflejo inconsciente de las escenas violentas que suceden a su alrededor— de sus juegos con barbies  sin brazos o piernas, porque Cassandra se los había arrancado, y, dice Chula, «inventábamos complejas historias sobre cómo se habían vuelto parapléjicas nuestras barbies. Pero, después, nuestro juego favorito fue el de hacer que eran veteranas y víctimas de la guerra». O, en otro momento, la descripción de una canción que les gustaba: «era fácil aprendérsela. Cortarle la cara al hombre traicionero con una navaja de afeitar era chistoso, pero apuñalarlo, arrancarle el ombligo y matar a su mamá el día de su boda era como para morirse de risa».

Ingrid Rojas Contreras. La fruta del borrachero (Fruit of the Drunken Tree, 2018). Madrid: Impedimenta, 2019; 410 pp.; trad. de Guillermo Sánchez Arreola; ISBN: 978-84-17553-01-2.

jueves, 23 de abril de 2020

'Del álbum de un cazador', de Iván Turguenev

Del álbum de un cazador, o Memorias de un cazador en otras ediciones, de Iván Turguenev, es una colección de veintidós relatos, publicados primero en una revista entre 1847 y 1851, que, cuando se reunieron en un libro, en 1852, dieron fama a su autor... y provocaron su arresto domiciliario.

En conjunto tratan del mundo rural ruso visto por un cazador que, al ir de un lugar a otro, va encontrándose y haciendo amistad con campesinos, siervos, pequeños propietarios y terratenientes. Tienen una base autobiográfica, pues corresponden a los años en los que Turguenev vivía en la hacienda de su madre, en Spasskoie. El narrador escribe anécdotas e incidentes, y hace jugosos retratos de personajes variados —algunos de los cuales aparecen en varios relatos—. Hay comentarios, del narrador o de las personas con las que se relaciona, que critican directamente, o muestran de modo irónico, muchas arbitrariedades e injusticias propias del sistema de servidumbre ruso de la época.

Así, en «Yermolái y la molinera», el señor Zerkov se queja de la que había sido doncella de su mujer argumentando que, aunque sabía que su mujer sólo deseaba doncellas solteras, tuvo el descaro de quedarse embarazada, y continúa: «La ingratitud de esta muchacha me hirió a mí, personalmente… Así es, a mí… Y el dolor duró un tiempo considerable. No me importa lo que usted diga, ¡pero no encontrará ni corazón, ni sentimientos en estas personas! No importa lo bien que se alimente a un lobo, siempre estará pendiente del bosque…».

Un tal «Ovsiánikov el Odnodvorets» (palabra que se refiere a un campesino acaudalado), dice: «ha habido muchos entre nosotros, granjeros, borrachos e incompetentes, que han sido serviles con sus señores y amos; ¡y mucho bien que les ha hecho eso! Solo han conseguido ponerse en evidencia. Les darán algún caballo de tercera que anda dando brincos y que les arrancará el sombrero de la cabeza una y otra vez, o bien los alcanzará alguna fusta supuestamente dirigida al animal, y tendrán que pretender reírse de todo y hacer que los demás se rían. No, como digo, cuanto más baja sea tu posición, más estrictamente deberás comportarte, si no terminas en el barro».

Además, no faltan estupendas descripciones: «¡Una hermosa mañana de verano del mes de julio! ¿Ha experimentado alguien, aparte de un cazador, las delicias de vagabundear entre los matojos al amanecer? Tus pies dejan huellas de verdes hojas sobre la hierba pesada y blanca de rocío. Apartas los matojos mojados, el aroma cálido acumulado durante la noche casi te asfixia; el aire se encuentra impregnado con la fragancia fresca y agridulce del ajenjo, el olor azucarado del trigo y del trébol; a lo lejos se alza un robledal como una pared, brillante y purpúreo bajo los rayos del sol; el aire aún es fresco, pero ya se presiente el calor que se aproxima».

O esta otra, justo para terminar el libro: «Y en un día de invierno, caminar a través de las altas pilas de nieve en busca de liebres, respirar el aire crudo y helado, cerrar los ojos de forma involuntaria contra el cegador brillo de la nieve suave; maravillarse ante el color verdoso del cielo sobre el bosque carmesí… Y luego están los primeros días de primavera, en los que todo brilla y el olor de la tierra cálida se eleva a través del humo pesado de la nieve que se disuelve, y las alondras cantan confiadamente bajo los rayos del sol sobre pedazos de suelo en los que la nieve se ha derretido, y con gorgojeos y rugidos alegres los ríos fluyen hacia los valles. Pero es hora de terminar. He mencionado la primavera a propósito; en la primavera es más sencillo despedirse; en la primavera incluso las personas felices se sienten tentadas a marcharse a lugares lejanos… Adiós, mi lector, te deseo eterna felicidad».

Iván Turguenev. Del álbum de un cazador (1852). El Aleph, 2011; 400 pp.; col. Modernos y Clásicos; trad. de James William Womack y Marian Via Rivera; ISBN: 978-8476699768.

jueves, 16 de abril de 2020

Libros que se van quedando atrás (2)

Libros que he leído hace semanas y de los que no he hablado aquí ni, al paso que voy, acabaré hablando. Pero, al menos, puedo dejar constancia de que me han parecido valiosos y remitir a comentarios mejores que los míos.

Uno es Breve historia de la literatura española, de Alberto de Frutos. La reseña a la que remito habla bien del libro: al leerla, hace ya tiempo, me di cuenta de que era un buen libro. Lo que no esperaba es que fuera, como es, tan bueno.

Otro libro que acabo de leer y que me ha parecido divertido, jugoso, bien escrito: Una cierta edad, un libro de Marcos Ordóñez cuyo subtítulo Cuadernos y diarios (2011-2016) explica bien su contenido. También es excelente la reseña a la que envía el enlace.

martes, 7 de abril de 2020

Libros que se van quedando atrás (1)

En una nota de diciembre de bienvenidosalafiesta me referí a varios libros de poesía que he recomendado mucho. Pensaba preparar algún comentario propio e incluirlo aquí pero la vida no me ha dado de sí o, como dicen en mi tierra, «no doy hecho». Así que, como son tan buenos libros, vuelvo a poner la noticia en este lugar, con enlaces a buenas reseñas ajenas:

—uno de poesía visual: Mar, de Echeve;

Bello es el riesgo, de Marcela Duque;

Mal que bien, de Enrique García Máiquez (otra reseña es esta);

Poesías completas 2019. Miguel D'Ors.

jueves, 2 de abril de 2020

'Intemperie', de Jesús Carrasco

Esta reseña informa más que bien de Intemperie, de Jesús Carrasco, una novela realmente poderosa. Yo no recuerdo ninguna novela española de los últimos años que me haya interesado tanto (esto no quiere decir mucho, sin embargo, pues leo más bien pocas). Su argumento es que un niño huye de su casa, perseguido por el alguacil del pueblo, y acaba con un anciano pastor de cabras, hosco pero que le da de comer y, al fin, le protege. Dos únicas prolepsis, una tranquilizadora y otra inquietante, dan alguna pista sobre lo que va a ocurrir. Su referencia más clara es, me parece, la obra de Cormac McCarthy: sin duda La carretera, por lo que tiene de viaje de un adulto y un niño por un mundo desolado, pero también sus primeras novelas violentas y desasosegantes como Hijo de Dios.

Uno de los aspectos que a mí me atrajo es lo que tiene de novela de aprendizaje, un aprendizaje singular ciertamente, que se sintetiza en una escena extraordinaria en la que el chico —después de haber huido de un extraño tullido que intentaba entregarle al alguacil, y de haberlo dejado malherido— vuelve junto al cabrero y este no se comporta con él como esperaba: «Entendió que el viejo no sería quien le entregara la llave al mundo de los adultos, ese en el que la brutalidad se empleaba sin más razón que la codicia o la lujuria. Él había ejercido la violencia tal y como había visto hacer siempre a quienes le rodeaban y ahora, como ellos, reclamaba su parte de impunidad. La intemperie le había empujado mucho más allá de lo que sabía y de lo que no sabía acerca de la vida. Le había llevado hasta el mismo borde de la muerte y allí, en medio de un campo de terror, él había levantado la espada en vez de poner el cuello. Sentía que había bebido la sangre que convierte a los niños en guerreros, y, a los hombres, en seres invulnerables. Creía que el viejo le haría pasar, coronado de laurel por un esclavo, bajo el arco de la victoria». Pero no es así.

Jesús Carrasco. Intemperie (2013). Barcelona: Seix Barral, 2013; 224 pp.; col. Biblioteca Breve; ISBN: 978-84-322-1472-1.