Iluminando el camino, de Bess Streeter Aldrich, fue la edición española, de hace ya mucho tiempo, de A Lantern in Her Hand,
una gran novela que fue muy popular en los Estados Unidos desde su
publicación en 1928. El título original está tomado de unos versos de Joyce Kilmer
que abren el libro: «Como el camino era escabroso arcano, / y
atravesaba un hostil país de roca, / Dios dictó una canción a mi boca / y
puso una linterna en mi mano».
Cuenta la vida de una familia de pioneros en Nebraska, centrando su
atención en la madre, Abbie Deal. Empieza presentándola cuando es Abbie
Mackenzie, una chica de ascendencia escocesa que vivió en Chicago siendo
niña hasta que su familia se fue a Iowa, el año 1854. Allí se hizo
maestra en una escuela rural, trabajo que, al igual que sus sueños
artísticos, abandonó cuando, con 19 años, al terminar la guerra de
Secesión, se casó con Will Deal, de 23. Viven primero con la familia de
Will hasta que ambos deciden marcharse a las praderas de Nebraska, donde
construyen una casa y ponen en marcha una granja. Hacen frente a toda
clase de contrariedades —sequías, langostas, tormentas de nieve…—
mientras van teniendo hijos, de los que sobreviven cinco. A su alrededor
otras familias van abandonando pero los Deal, y sus vecinos los Lutz y
los Reinmueller, permanecen. Los hijos van creciendo, siguen sus propios
caminos y se van marchando de la granja. Will muere relativamente joven
y Abbie aún tiene por delante unos años de viudez en los que se queda
viviendo primero con su hija pequeña y luego sola en su casa, salvo las
visitas ocasionales de sus hijos y sus nietos.
La autora se basó en relatos de su propia madre, que en 1854 habia
viajado al Oeste para instalarse allí, y en otros testimonios de mujeres
que habían tenido vidas similares a la suya. Logra comunicar, con
viveza y verosimilitud, cómo eran las vidas de aquellos pioneros y los
escenarios en los que vivieron. Se centra en poner de manifiesto los
sentimientos de su protagonista: sus deseos de sostener las fuerzas de
su marido cuando flaquean, su amor y su valor para sacar adelante a sus
hijos sobreponiéndose a las dificultades, sus alegrías cuando ve avances
sociales y cuando sus hijos tienen éxitos. Quizá los momentos más
poderosos del relato sean, además de algunos en los que los Deal superan
situaciones muy críticas, aquellos en los que Abbie reacciona
enérgicamente contra el desánimo ante las dificultades o contra las
tentaciones de lamentarse por haber elegido ese camino.
Puede dar idea del tono de la historia, también del énfasis que a veces
tiene la narración, una escena que ocurre cuando los Deal están pasando
momentos duros y se aproxima la Navidad. Al principio del capítulo Abbie
le dice a su vecina Sara: «Yo creo, querida Sara, que todas las madres
tienen el deber de proporcionar unas Navidades felices a sus hijos.
Ellos lo recuerdan luego toda su vida. Yo creo que hasta eso hace de
nuestros hijos hombres y mujeres mejores».
Al final del capítulo termina así el narrador: «Dice la Historia que el
invierno del 74 al 75 fue extremadamente riguroso y se vio marcado por
una gran depresión en todos los negocios, además de ser muy malas las
cosechas de aquel año. Pero la Historia no toma en consideración a los
niños. ¿Tristeza?... ¿Mala cosecha?... ¿Depresión en los negocios?...
Para los tres niños de la pradera, en aquella casita de los Deal, aquel
fue un invierno maravilloso. No había muchos víveres en la despensa de
la casa; no había mucho, mejor dicho, no había casi ningún dinero en el
bolsillo del bondadoso padre; los regalos de aquella Navidad eran cosas
caseras, humildes, sin valor material alguno; y todo dentro de aquella
casa, un pobre cascarón de nuez perdido en la inmensidad del desierto,
de las praderas infinitas y solitarias… ¿Cómo, entonces, podía albergar
aquella casa tan pequeña tanta dicha y tanta ventura?... ¿Cómo podía
encerrarse entre estas cuatro paredes estrechas y bajo este techo de la
pobre cabaña semejante encanto?… ¿Y cómo podía dimanar de este hogar
humildísimo una especie de santo efluvio, de calor y de luz radiante que
parecía esparcirse a todos los hombres y mujeres de la comarca y
diríase que del mundo entero?... ¡Oh, era porque allí se albergaban unos
corazones puros, era porque el amor que se albergaba en la casita…, era
porque la Estrella de la Navidad y del Hogar había venido a posarse
sobre el tejado de la pobre barraca de adobes!...»
Bess Streeter Aldrich. Iluminando el camino (A Lantern in Her
Hand, 1928). Barcelona: Luis de Caralt, 1955; 268 pp.; trad. de Antonio
Guardiola. Una edición en inglés está en University of Nebraska Press,
1994; 307 pp.; Bison Book; ISBN: 0-8032-5922-0; y otra edición íntegra
en la red está en este enlace.