Entre las numerosas observaciones técnicas sobre la composición de la Odisea se puede destacar cómo el autor subraya la sabiduría del narrador que, introduciendo estratégicamente historias dentro de la historia, hace crecer el poema en una composición anular, como en espiral, para ir subrayando así los temas que cree importantes. El autor expone matices y significados que tiene claros pero también descubre otros nuevos que surgen, unos al hilo de las discusiones en clase, también de las provocadas por su padre, otros de sus reflexiones acerca del pasado, y otros con motivo de algunos incidentes en el crucero.
No faltan comparaciones con obras como la Eneida y, más aún, como es lógico, la Iliada. Por ejemplo, el autor señala que una de las propuestas de la Odisea es redefinir en qué consiste ser un héroe: frente a la propuesta de la Iliada en donde Aquiles opta por «una vida corta y gloriosa en vez de una vida larga y sin lucimiento» se podría decir que la pregunta de la Odisea es «en qué puede consistir el heroísmo de supervivencia»; a esto, en la Odisea es Aquiles mismo quien rechaza su propia postura: «Es como si la Iliada le dijese a la Odisea: “de acuerdo, tú ganas”».
Como el título del libro anuncia, el interés del autor es, al contar la relación con su padre a lo largo de los años, ver los paralelismos que se dan con lo que la Odisea cuenta y, por tanto, subrayar el sentido universal y permanente de sus enseñanzas. Al final concluye afirmando la verdad de uno de los más famosos versos de la Odisea: el de que pocos hijos son iguales a su padre y el de que casi todos son peores y solo unos pocos los superan pues, a fin de cuentas, el padre siempre ha vivido más que el hijo y el hijo nunca puede alcanzarlo.
Algunos aspectos de la vida matrimonial de Ulises y Penélope también se ponen en paralelo con la de los padres del narrador, un matrimonio estable y fiel que contrasta con el de otros miembros de la familia, y diferente a la situación del autor, que declara ser homosexual desde joven aunque hable también de su mujer e hijos. Una de las preguntas que se formulan es la de «¿qué aspecto tiene un buen matrimonio a los ojos de quienquiera que compusiese la Odisea?» y la respuesta, que luego lo que se narra subrayará, es la que dice Odiseo a Nausicaa: «Nada hay más poderoso ni mejor que cuando un hombre y una mujer gobiernan la casa con el mismo parecer; gran dificultad para sus enemigos, alegría para sus amigos, origen de su buen nombre».
Todo el libro es una celebración de la enseñanza. El autor, al explicar que hubo personas que le influyeron mucho, y para manifestar también su entusiasmo por su materia, declara: «Qué suerte tuve con mis profesores, que me invitaron a añadirme como un eslabón más a la cadena que conecta el pasado con el presente». No todas las genealogías son genéticas, se dice a sí mismo. Al mismo tiempo, según se va dando cuenta de cosas que desconocía y de algunos de sus errores de juicio —«en realidad, uno nunca sabe adónde nos llevará la enseñanza, quién la escuchará y, en ciertos casos, quién será el que enseñe»—, muestra cómo la Odisea habla de saber escuchar, del modo en que nuestras perspectivas personales afectan al modo en que oímos y entendemos las cosas.
Un comentario mejor al libro es este, de Enrique García Máiquez, que concluye señalando que la lectura del libro de Mendelsohn deja en el lector «la convicción de la urgente necesidad que tenemos de los clásicos para vivir bien y con intensidad». Poco antes de este libro había leído, y me sirvió mucho para una mejor comprensión del tema, leer Homero, un libro de 1972 del profesor de Oxford C. M. Bowra.
Daniel Mendelsohn. Una Odisea: un padre, un hijo, una epopeya (An Odyssey: A Father, a son, and an epic, 2017). Barcelona: Seix Barral, 2019; 410 pp.; trad. de Ramón Buenaventura; ISBN: 978-84-322-3467-5.
C. M. Bowra. Homero (Homer, 1972). Madrid: Gredos, 2013; 799 pp.; col. Biblioteca de estudios clásicos; nota de Hugh Lloyd-Jones; trad. de Marc Jiménez Buzzi; ISBN: 978-84-2493-671-6.