miércoles, 13 de enero de 2021

'Lenin. Una biografía', igual título de los libros de Robert Service y Victor Sebestyen

Hace años leí una biografía de Lenin, firmada por David Shub, de la que recordaba pocas cosas. El año 2016 seguí el consejo de un amigo historiador y busqué Lenin. Una biografía, escrita por Robert Service, que me pareció ordenada, clara y bien documentada. Ahora, hace unas semanas, leí Lenin. Una biografía (o Lenin. The Dictator, según el original inglés), de Victor Sebestyen.

Cuando leí la obra de Service escribí que en ella se cuentan bien los pormenores de su vida personal: padres, educación, infancia y juventud, el acontecimiento decisivo de la detención y posterior muerte de su hermano mayor, el afecto que siempre le tuvieron su madre y sus hermanas, y sus relaciones con otros revolucionarios como él, su esposa incluida, pues, desde muy joven, Lenin no dejó nunca que cualquier clase de sentimentalismo tuviera cabida en sus decisiones políticas. El biógrafo describe a Lenin como alguien reservado, que rara vez confió a alguien sus cálculos más íntimos, y culto, buen lector y admirador de músicos como Wagner y Beethoven, aspectos que ocultaba tras una máscara de frialdad científica. Se detiene a explicar cómo albergó una rabia profunda y creciente contra el régimen zarista hasta el punto de que, quienes le conocieron en sus primeras escaramuzas políticas, se sorprendían al ver su desconcertante dureza y que «se complacía en rechazar conceptos como conciencia, compasión y caridad»; aunque parece que a él «no le preocupaba la posibilidad de que su actitud horrorizase a otros».

En su vida política, dice Service, Lenin era tenaz, «un luchador nato», y un optimista, porque «dejaba que la imaginación y la ideología bloqueasen el juicio sereno». Tenía «una claridad de propósito que no poseía nadie más de su partido» y supo aprovechar las oportunidades que se le presentaron para llegar a dirigirlo. «Su criterio de moralidad era simple: ¿Apoya u obstaculiza determinada acción la causa de la revolución? Aunque raras veces mintiese descaradamente en política, tenía una habilidad inigualable para eludir la veracidad». No tenía dudas de sus propios análisis. El Estado debía ser, según él, «como un motor de coordinación y adoctrinamiento». Para él y sus colaboradores eran valores básicos el orden, el centralismo, la jerarquía, la unidad monolítica y la disciplina, no importaba el precio que hubiera que pagar. Abundan los documentos en los que queda constancia de que «Lenin ordenó, dirigió y aprobó la violencia, incluido el terrorismo de Estado directo». El fundamento teórico de su vehemencia colérica, y de considerarse legitimado para imponer criminalmente su régimen, lo buscó en Maquiavelo, quien explicaba que, a veces, es necesario recurrir a la brutalidad «lo más intensa posible a corto plazo para que no fuese necesario prolongarla excesivamente en el tiempo». Así que «Lenin prefería excederse en los golpes que arriesgarse a que el adversario aguantase el asalto».

La nueva biografía de Victor Sebestyen, un veterano periodista húngaro nacionalizado inglés, se apoya en obras anteriores y, en particular, en el trabajo de Service. Explica con más detalle que otros biógrafos, según anuncia en la introducción, el lado humano de Lenin y, en concreto, la influencia grande que tuvieron en él su esposa, Nadezhda Krupskaya, y su amante, Inessa Armand, mujeres muy convencidas de la causa revolucionaria a la que también dedicaron sus vidas. En esta extensa y completa reseña, que comienza indicando algunos hechos significativos de crueldad de Lenin, se detalla bien el contenido del libro. Dos cosas más son las que siguen.

Una, como apunta el autor en la introducción, que Lenin fue una figura política completamente moderna: «En su búsqueda del poder prometió a la gente cualquier cosa. Ofreció soluciones sencillas a problemas complejos. Mintió de forma descarada. (…) Adujo que vencer lo era todo: los fines justifican los medios». Era un personaje despiadado: para él las muertes eran meros números, nunca fue generoso con un oponente derrotado, nunca realizó un acto humanitario salvo que fuera conveniente en términos políticos. En los debates era un contrincante feroz: se mostraba autoritario, grosero, agresivo y, a menudo, abiertamente cruel; «empleaba deliberadamente un lenguaje violento que, según reconocía, “estaba calculado para provocar odio, aversión, desprecio (…), no para convencer, no para corregir los errores del oponente, sino para destruirlo”»; esta forma de actuar, con una sucesión de burlas, humillaciones e insultos, provocaba muchas veces que sus rivales acabasen agotados o que renunciasen a pelearse con él. Fue un método de escarnio que se convirtió en un modo de hacer en la URSS.

Otra, varias de sus opiniones literarias. Así, admiraba a Tolstoi pero detestaba su visión del mundo y su pacifismo; reconocía el mérito de Dostoievski, pero lo consideraba «un hombre de la más absoluta vileza» (es toda una marca de la casa la de aplicar a los demás los calificativos que él mismo merece de sobra); detestaba la literatura rusa contemporánea y, de hecho, algunos escritores famosos debieron emigrar, como Alexis Tolstoi, Ivan Bunin, Maxim Gorki (que, sin embargo, regresó a Rusia cuando gobernaba Stalin), y Eugeni Zamiatin, quien en ese momento declaró que «la literatura rusa solo tendrá un futuro: su pasado».

Por último, una observación. Igual que otros biógrafos, Sebestyen detalla como Lenin pasó de ver en Stalin a un «maravilloso georgiano», cuando le conoció en 1912, a verlo como su gran enemigo en los últimos años. De hecho, el biógrafo considera y afirma que haber dejado a Stalin como sucesor es el gran crimen político de Lenin. Pero esta observación, por mucho que se pueda comprender a la vista de la historia posterior, es, a mi juicio, muy inexacta: a Lenin no se le puede reprochar lo que hizo su sucesor, pues ni de lejos sospecharía las barbaridades que cometería, pero sí los muchos crímenes que se le pueden atribuir directamente a él, como la misma biografía muestra. Por más que Stalin llevase muy lejos la represión, fue Lenin quien la comenzó y quien estableció sus métodos: entre otros, por ejemplo, él es quien puso en marcha los campos de trabajos forzados que darían lugar al Gulag y la Checa, a cuyos jefes «sugirió que “sería útil realizar las detenciones de noche”. Los golpes en la puerta a altas horas de la madrugada se convirtieron en el clásico modus operandi (…) a lo largo de los años de gobierno comunista»

Robert Service. Lenin. Una biografía (Lenin. A biography, 2000). Madrid: Siglo veintiuno de España editores, 2001; 644 pp.; trad. de José Manuel Álvarez Flórez; prólogo de Manuel Vázquez Montalbán; ISBN: 84-323-1065-4.
Victor Sebestyen. Lenin: una biografía (Lenin. The Dictator, 2017). Barcelona: Ático de los Libros, 2020 666 pp.; trad. de Joan Eloi Roca; ISBN: 978-84-17743-23-9.